El poder de la publicidad.
Seguramente penséis que sois
libres, que tomáis vuestras propias decisiones y que nada ni nadie puede
obligaros a hacer nada, pues no, sois presos de la publicidad, dejad que me
explique.
La publicidad es un
negocio que guía nuestra conducta ya sea por la radio, la tele o por cualquier
otro medio de difusión. Los anuncios que mas llaman la atención se quedan
grabados en nuestras mentes y, a la hora de comprar, preferimos ese producto ya
que pensamos que es de mayor calidad que el resto. Yo juego con la Play 3,
visto de Quicksilver, me desplazo en un BMW y como Ruffles de jamón, podría
jugar a las canicas, vestir de mercadillo, desplazarme en un Seat panda del año
100 antes de cristo y comer patatas de la huerta de mi tía la sorda, pero entonces
sería un extraño y, sinceramente, prefiero ser uno mas del montón, beber mi
Fanta y “mandar a tomar fanta” a quien no le guste o lavarme el pelo con Loreal
“porque yo lo valgo. Nos bombardean con anuncios y nosotros, esclavos de la
publicidad, compramos todo lo que nos dicen.
Todos recordamos
slogans, canciones, imágenes o frases concretas de los anuncios, se los
comentamos a nuestros amigos y/o familiares y poco a poco, la marca se mete en
nuestra cabeza y nosotros mismos hacemos publicidad entre nuestros conocidos de
un producto del cual no sabemos su calidad. Una vez en la tienda, nuestra mano
cobra vida y coge el famoso producto, nuestros ojos se vuelven selectivos y no
miran el precio y, en el remoto caso de que miremos el precio y justo al lado
veamos el mismo producto pero mas barato, nuestra mente nos hace pensar “muy
bueno no debe de ser”.
Compramos y alardeamos
de nuestra adquisición, llamamos al vecino y le decimos: “Que bien funciona el
iPhone 5. Ah, ¿Qué tu no tienes uno?”. Y ahí va el vecino, como un zombie, a su
tienda más cercana para hacerse con el aparato y una vez lo tiene en sus manos,
llama con este a su prima segunda para decirle: “Te llamo desde mi nuevo iPhone
5. Ah, ¿Qué tu no tienes uno?”.
Ofertas, rebajas y otras palabras que hacen que nos
demos la vuelta y nos abalancemos sobre el objeto en cuestión, porque si solo
necesito uno pero hay seis al precio de cinco, ¡Es una ganga! Y ahí están, en
nuestra casa, ocupando un espacio que podría estar libre, montañas de productos
que no usamos pero oye, ¡que eran seis al precio de cinco! ¿Os he dicho ya que
era una ganga?
LUIS RODRÍGUEZ . 4 ESO
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