lunes, 16 de diciembre de 2013

NELSON MANDELA

Solo por alzar la voz, solo por anhelar una vida diferente fue arrastrado al pozo donde la mediocridad y la genialidad se funden en un mismo gris oscuro. No era "EL" hombre, no era ningún mesías ni ningún héroe. Fue tan solo un hombre que supo perdonar, y supo -o debió aprender- a ser perdonado.
Es cierto que no estuvo solo, y que la mayoría de los que lucharon con él no tendrán funerales de estado, donde hipócritas de toda calaña derramen lágrimas de cocodrilo. No todos tendrán mensajes de apoyo ni serán tratados como héroes. La mayoría serán encontrados muertos  en el complicado entresijo de las cárceles sudafricanas donde el apartheid aún perdura.
Pues si de decir adiós a un buen hombre se trata, habrá que hacerlo como un verdadero buen hombre habría querido. Contando errores y no victorias. Pero ¿como se distinguen sin el hambre como perspectiva?
Puede que muchos digan que se equivocó prometiendo inmunidad a quienes habían torturado y matado a sus hijos. Los que robaron su tierra y subastaron su miseria. Puede que para muchos sea inevitable la decepción  al verle de la mano de quienes le encerraron. Viendo como ahora es un símbolo de la libertad de la que antes fue verdugo. ¿Como puede hablarse de victorias, cuando la población negra sigue atrincherada en suburbios, cuando los rencorosos siguen monopolizados por corporaciones inglesas, cuando el odio siguen siendo razón de vida?
No, él nunca lo llamó así. Mandela forma ya parte de esa larga historia de cuentos de hadas con finales incompletos que otros escribieron apresuradamente para impedir toda enseñanza poco grata. Como los Ignudi con lo que nadie pudo entender Miguel Ángel por querer huir de la doctrina. Como tantas otras verdades a medias cuyos límites siempre acaban difuminándose.
En la lengua de Shakespeare, a la cual parece haberla sentado mucho mejor los años, hay  dos palabras para definirlo. "History", es aquello que forma parte de nuestro pasado, de nosotros mismos. "Story" es todo lo que se inventan y crean a partir de ese punto. Que hay de cierto y qué no, supongo que es ya demasiado tarde para saberlo.
No soy nadie para juzgar el trabajo de un hombre. ¿Qué voy  a decir, sin haberle hablado en mi vida, sin conocer el sufrimiento? Simplemente ladrillos de vacía palabrería que pasen a formar un nuevo muro, en Sudáfrica o en cualquier otro lugar. No, de ninguna manera.
No otro cuento de villanos y héroes escrito desde la seguridad de un papel a miles de kilómetros. No otro artículo de mentiras y falacias. ¿Quien fue Mandela? Un hombre más. Un hombre que no se dejó callar, y ante todo, un hombre que no usaría el recuerdo de otros hombres para seguir dominando y dividiendo. Aprendamos de su legado. Nunca más palabras tergiversadas. Nunca más presos por alzar la voz, nunca más presos  por anhelar una vida diferente.


RICARDO POL.

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