Solo por alzar la voz, solo por anhelar una vida
diferente fue arrastrado al pozo donde la mediocridad y la genialidad se funden
en un mismo gris oscuro. No era "EL" hombre, no era ningún mesías ni
ningún héroe. Fue tan solo un hombre que supo perdonar, y supo -o debió
aprender- a ser perdonado.
Es cierto que no estuvo solo, y que la mayoría de los
que lucharon con él no tendrán funerales de estado, donde hipócritas de toda
calaña derramen lágrimas de cocodrilo. No todos tendrán mensajes de apoyo ni
serán tratados como héroes. La mayoría serán encontrados muertos en el complicado entresijo de las cárceles
sudafricanas donde el apartheid aún perdura.
Pues si de decir adiós a un buen hombre se trata,
habrá que hacerlo como un verdadero buen hombre habría querido. Contando
errores y no victorias. Pero ¿como se distinguen sin el hambre como
perspectiva?
Puede que muchos digan que se equivocó prometiendo
inmunidad a quienes habían torturado y matado a sus hijos. Los que robaron su
tierra y subastaron su miseria. Puede que para muchos sea inevitable la
decepción al verle de la mano de quienes
le encerraron. Viendo como ahora es un símbolo de la libertad de la que antes
fue verdugo. ¿Como puede hablarse de victorias, cuando la población negra sigue
atrincherada en suburbios, cuando los rencorosos siguen monopolizados por
corporaciones inglesas, cuando el odio siguen siendo razón de vida?
No, él nunca lo llamó así. Mandela forma ya parte de
esa larga historia de cuentos de hadas con finales incompletos que otros escribieron
apresuradamente para impedir toda enseñanza poco grata. Como los Ignudi con lo
que nadie pudo entender Miguel Ángel por querer huir de la doctrina. Como
tantas otras verdades a medias cuyos límites siempre acaban difuminándose.
En la lengua de Shakespeare, a la cual parece haberla
sentado mucho mejor los años, hay dos
palabras para definirlo. "History", es aquello que forma parte de
nuestro pasado, de nosotros mismos. "Story" es todo lo que se
inventan y crean a partir de ese punto. Que hay de cierto y qué no, supongo que
es ya demasiado tarde para saberlo.
No soy nadie para juzgar el trabajo de un hombre. ¿Qué
voy a decir, sin haberle hablado en mi
vida, sin conocer el sufrimiento? Simplemente ladrillos de vacía palabrería que
pasen a formar un nuevo muro, en Sudáfrica o en cualquier otro lugar. No, de
ninguna manera.
No otro cuento de villanos y héroes escrito desde la
seguridad de un papel a miles de kilómetros. No otro artículo de mentiras y
falacias. ¿Quien fue Mandela? Un hombre más. Un hombre que no se dejó callar, y
ante todo, un hombre que no usaría el recuerdo de otros hombres para seguir
dominando y dividiendo. Aprendamos de su legado. Nunca más palabras
tergiversadas. Nunca más presos por alzar la voz, nunca más presos por anhelar una vida diferente.
RICARDO POL.
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