¡Hey!
¿Me prestas tu vida?
Tic Tac, Tic Tac, Tic Tac…
¿lo oyes? Este es el sonido, el pensamiento, la llamada de auxilio… el tren que
se va.
Tu tiempo se acaba, al reloj
se le agota la arena y a ti se te escapa la vida entre los dedos.
Tic Tac, Tic Tac… ¿lo oyes? Si,
ahí está, cada vez más despacio, más bajo. Es tu corazón.
Despídete y alza la cabeza
bien alto, tu existencia llega a su fin.
Te apagas, algo en ti falla,
una pieza del mecanismo está dañada.
¿Recuerdas cuando tiraste
ese mando porque le fallaba un botón? ¿Ese móvil que se ralentizaba? O quizás…
¿aquel animal que sacrificaste porque ya no hacia “su trabajo”?
Que se siente? Lo sabes,
verdad? Ahora, no eres más que un trasto inútil al que poco a poco se le agota
la batería.
Pero traquilo, hoy es tu día
de suerte, alguien ha oído tu llamada, alguien cree que merece la pena
salvarte, eso sí, recuerda que “la
suerte solo es la muerte con una letra cambiada”.
¡Hey! ¿Lo oyes? ¡Espera, no
te vayas todavía! ¿No lo oyes? Escucha…
Es tu corazón.
Si, vuelve a latir, pero…
¿qué ha pasado? Se había apagado para siempre, ¿no?
¿Lo notas? Lo llevas dentro,
a tu salvador, tu ángel, ahora forma parte de ti, os fundisteis para ser uno.
Si, llevas su corazón. Forma
parte de tu vida.
Estaría bien darle las
gracias, a él no, claro está, a su familia, los que horas después de su muerte
pensaron en ti, pensaron que su muerte podía convertirse en tu suerte… ¿te
resulta familiar?
Pero no son los únicos, hay
cientos de personas que se han esforzado en que tu vida siga, en convertir esa
suerte en vida, y no, no son magos, no son dioses, no albergan divinidad
alguna, son médicos, son pilotos, son anestesistas, son enfermeros, son…
personas, como tú y como yo.
Es curioso, ahora que tu
vida se apagaba, has sentido el amor, el afecto… has sentido el calor de la
gente, gente que no te conocía, y aun así, dio su tiempo y su vida por
salvarte.
Al fin y al cabo, a alguno
le tiene que tocar la suerte.
Por: Martin García De La Fuente
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