jueves, 21 de noviembre de 2013

Tragedia en Filipinas.

El Peor Día de mi Vida
Me desperté.
Cogí mi mochila, y fui a despertar a mi hermana, ¿cómo podía estar dormida en este momento?
-Susi despierta –la cogí en brazos mientras ella empezaba a abrir los ojos, y comencé a correr hacia la cocina.
Había hecho esto tantas veces para prepararme, pero aún no estaba lista. Toda mi vida había pensado que nunca me ocurriría a mí, pero no había sido así.
Llegué a la cocina recorriendo el pasillo por el que estaban tiradas todas las fotos familiares, desde la de mi bautizo hasta la del año pasado en la que mi hermana cumplí sus seis años.
Al llegar a la cocina vi a mis padres, estaban cogiendo todas las mochilas en las que guardábamos las provisiones.
-Helena lleva a tu hermana al coche- dijo mi padre, corrí hasta el coche y metí a mi hermana, ayudándole a ponerse el cinturón.
- ¿Qué pasa Helena, a dónde vamos?
- Solo es un simulacro, vuélvete a dormir.
Me subí al otro lado del coche y esperé. Notaba como la tierra temblaba bajo mis pies, haciendo que el coche temblara.
Después de un rato mis padres subieron al coche.
-¿Qué vamos a hacer?- le pregunté a mi padre.
-Tenemos que ir al refugio, ahí estará todo el mundo.
-¡Pero nuestra casa y nuestras cosas!
- Lo siento cariño, pero no podemos hacer otra cosa.
Miré para atrás, mi casa mi vida iba a desaparecer. Sin poder evitarlo una lágrima, en la que cabían todos los recuerdos de esa casa, resbaló por mi mejilla.
Mientras íbamos de camino al refugio el temblor paró, pero por muchas súplicas que le hice a mi padre para volver, no logré que retrocediera.
Después de unos minutos llegamos al refugio, este consistía en un almacén subterráneo en el que cabían unas dos mil personas y en el que había una gran variedad de alimentos.
Dentro de él miles de personas se amontonaban  en pequeños cúmulos junto a sus familias. Tras esperar junto a mi familia durante unos minutos, la puerta se abrió, por ella entraron un gran número  de personas, las cuales estaban vestidas con uniformes parecidos a los del ejército.
-Hola a todos,- él que parecía el jefe se adelantó, dando un paso al frente,- como ya habéis notado, hemos sido azotados por un terremoto, según los gráficos este será el peor,- los murmullos comenzaron por toda la sala- dentro de poco uno de mayor magnitud afectará otra vez. Para evitar más daños hemos decidido trasladar a la gente a otro sitio. Si no nos equivocamos solo nos quedan unas horas para el segundo temblor, por lo que empezaremos cuanto antes.
La gente empezó a salir según nos indicaban, mi fue una de las últimas. Nos metimos en un pequeños barco que nos llevaría a otro lugar, mientras íbamos de camino el soldado, o lo que fuera, me explicó que no volveríamos a ver nuestra isla, cada grupo en las que nos habíamos separado iríamos a diferentes lugares, no volvería a ver a mis amigos ni ningún sitio en el que había crecido. Todos esos sentimientos me pesaban en el pecho y sin lograr contenerlo me eché a llorar. Me eché a llorar por mis amigos, el parque, mi casa y todos los demás sitios; por todas las personas queridas que estarían en otros lugares o las que no lograrían salir de la isla, por lo que seguramente morirían.

Llegamos al lugar en el que nos establecerían, era un pequeño pueblo a las afueras de una ciudad. Durante unos meses vivimos en un campamento junto a otras familias y tras esos meses, y gracias a la ayuda de los uniformados (así los llamo yo) nos mudamos a nuestra casa, donde vivimos ahora. Tras unos años y gracias al apoyo de mi familia he logrado superarlo, pero aun así no consigo olvidar ese día, el peor día de mi vida.

AROA CARRO 4º ESO.

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