El Peor Día de mi Vida
Me desperté.
Cogí mi mochila, y fui a despertar a mi hermana, ¿cómo
podía estar dormida en este momento?
-Susi despierta –la cogí
en brazos mientras ella empezaba a abrir los ojos, y comencé a correr hacia la
cocina.
Había hecho esto tantas veces para prepararme, pero aún
no estaba lista. Toda mi vida había pensado que nunca me ocurriría a mí, pero
no había sido así.
Llegué a la cocina recorriendo el pasillo por el que
estaban tiradas todas las fotos familiares, desde la de mi bautizo hasta la del
año pasado en la que mi hermana cumplí sus seis años.
Al llegar a la cocina vi a mis padres, estaban cogiendo
todas las mochilas en las que guardábamos las provisiones.
-Helena lleva a tu hermana
al coche- dijo mi padre, corrí hasta el coche y metí a mi hermana, ayudándole a
ponerse el cinturón.
- ¿Qué pasa Helena, a
dónde vamos?
- Solo es un simulacro,
vuélvete a dormir.
Me subí al otro lado del coche y esperé. Notaba como la
tierra temblaba bajo mis pies, haciendo que el coche temblara.
Después de un rato mis padres subieron al coche.
-¿Qué vamos a hacer?- le
pregunté a mi padre.
-Tenemos que ir al
refugio, ahí estará todo el mundo.
-¡Pero nuestra casa y
nuestras cosas!
- Lo siento cariño, pero
no podemos hacer otra cosa.
Miré para atrás, mi casa mi vida iba a desaparecer. Sin
poder evitarlo una lágrima, en la que cabían todos los recuerdos de esa casa,
resbaló por mi mejilla.
Mientras íbamos de camino al refugio el temblor paró,
pero por muchas súplicas que le hice a mi padre para volver, no logré que
retrocediera.
Después de unos minutos llegamos al refugio, este
consistía en un almacén subterráneo en el que cabían unas dos mil personas y en
el que había una gran variedad de alimentos.
Dentro de él miles de personas se amontonaban en pequeños cúmulos junto a sus familias.
Tras esperar junto a mi familia durante unos minutos, la puerta se abrió, por
ella entraron un gran número de
personas, las cuales estaban vestidas con uniformes parecidos a los del ejército.
-Hola a todos,- él que parecía el jefe se adelantó,
dando un paso al frente,- como ya habéis notado, hemos sido azotados por un
terremoto, según los gráficos este será el peor,- los murmullos comenzaron por
toda la sala- dentro de poco uno de mayor magnitud afectará otra vez. Para evitar
más daños hemos decidido trasladar a la gente a otro sitio. Si no nos
equivocamos solo nos quedan unas horas para el segundo temblor, por lo que
empezaremos cuanto antes.
La gente empezó a salir según nos indicaban, mi fue una
de las últimas. Nos metimos en un pequeños barco que nos llevaría a otro lugar,
mientras íbamos de camino el soldado, o lo que fuera, me explicó que no
volveríamos a ver nuestra isla, cada grupo en las que nos habíamos separado
iríamos a diferentes lugares, no volvería a ver a mis amigos ni ningún sitio en
el que había crecido. Todos esos sentimientos me pesaban en el pecho y sin
lograr contenerlo me eché a llorar. Me eché a llorar por mis amigos, el parque,
mi casa y todos los demás sitios; por todas las personas queridas que estarían
en otros lugares o las que no lograrían salir de la isla, por lo que
seguramente morirían.
Llegamos al lugar en el que nos establecerían, era un
pequeño pueblo a las afueras de una ciudad. Durante unos meses vivimos en un
campamento junto a otras familias y tras esos meses, y gracias a la ayuda de
los uniformados (así los llamo yo) nos mudamos a nuestra casa, donde vivimos
ahora. Tras unos años y gracias al apoyo de mi familia he logrado superarlo,
pero aun así no consigo olvidar ese día, el peor día de mi vida.
AROA CARRO 4º ESO.
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