Los peligros de Internet y una mente dañada.
Nunca
le perdoné. El se rió de mí. Quiso jugar, y yo jugué. No espero compasión o el
perdón. Solo quería venganza, una venganza justa.
Aprendí
a robar datos y fotos ajenos hace ya algún tiempo. Los datos almacenados en su
ordenador y su móvil le llevaron a una bañera ensangrentada. Podría haber sido
bueno con el, podría haber sido su amigo. O podría haber causado muchos más
estragos. Gracias Internet.
El
jugó con fuego. Literalmente. Se quemó los dedos prendiendo su primer
cigarrillo. Iluso. Lo mejor fue la cara que puso al recibir una foto suya
borracho, sin camiseta, porro en mano y vaso en la otra. Cuántos “Cómo” y “Por
qué”. Cuántos “Quién”... Y él solo recibió un “querías jugar, ¿no?” como
respuesta. Un mes más tarde, recibió otra foto. Lo más curioso es que cada foto
iba a parar a Internet. Y cada foto era peor que la anterior. Claro que sus
padres se enteraron. El pobre iluso no pudo con la presión y se lo dijo a sus
padres. Se mudaron cinco veces. Cambiaron de teléfono, nombre y vida. Todas
ellas fueron inútiles. Los encontré una y otra vez.
Al
igual que puedes empuñar un martillo contra tu enemigo, yo empuñé el arma
definitiva de la cual no podía escapar. Gracias, Internet.
Mi “revelación”
fue esta: una persona es un juguete en manos de otra que controla su vida
privada. Saber implica poder. Si controlas Internet, puedes ser esa otra
persona. Puedes ser el que lleva el ritmo en este vals macabro donde la gente
se apuñala por la espalda y el odio lo envuelve todo. Puedes ser el
marionetista, que maneja los hilos de esta complicada red de ceros y unos. Yo
nunca le dije que se cortara las venas. Al contrario. Su muerte, evito que yo
pudiera haberme divertido más.
No
considero esto un crimen, sino como una limpieza. La ley no hizo nada para
acallar su risa y yo si. Si yo no hubiera intervenido, el sería el que estaría
aquí sentado delante de ustedes.
“Casi todos los hombres pueden soportar la
adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale
poder.”-Abraham Lincoln.
Lucas Díaz. 3º ESO.